Washington D.C., 1 de agosto de 2025.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, firmó este jueves una nueva orden ejecutiva que impone aranceles adicionales a productos clave provenientes de varios de sus principales socios comerciales, en lo que ha sido interpretado como una nueva fase en su estrategia de presión económica global.
La medida incluye nuevos impuestos a la importación de productos industriales y tecnológicos procedentes de países con los que Estados Unidos mantiene relaciones comerciales históricamente estables, incluyendo naciones europeas, asiáticas y latinoamericanas. Según declaraciones de la Casa Blanca, el objetivo es “proteger la industria nacional, fomentar la producción interna y corregir desequilibrios estructurales en los acuerdos de intercambio comercial”.
Esta decisión forma parte de un paquete más amplio de acciones unilaterales que buscan reposicionar a EE.UU. como centro manufacturero y reducir la dependencia de proveedores extranjeros en sectores considerados estratégicos, como la automoción, la inteligencia artificial, la energía renovable y la tecnología médica.
“Estamos defendiendo al trabajador estadounidense, al productor nacional y a nuestra soberanía económica. No permitiremos que países se beneficien injustamente de nuestro mercado sin reciprocidad”, afirmó Trump durante el acto de firma desde la Oficina Oval.
La decisión ha generado reacciones mixtas a nivel internacional. Algunos gobiernos han manifestado su intención de evaluar represalias comerciales, mientras que expertos en economía advierten que la medida podría provocar tensiones adicionales en cadenas de suministro globales ya afectadas por la inflación, los conflictos geopolíticos y la reconfiguración de alianzas comerciales post-pandemia.
En el ámbito interno, sectores empresariales estadounidenses han mostrado preocupación por el impacto que los nuevos aranceles puedan tener en los costos de producción y en el acceso a insumos críticos, especialmente en industrias que dependen de componentes importados.
Este giro proteccionista reafirma la línea dura del actual gobierno en materia de comercio exterior y podría reconfigurar las negociaciones multilaterales en curso, así como el papel de EE.UU. en organismos como la Organización Mundial del Comercio (OMC).
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